
Ciudad Romana de Pompeya, Italia
Introducción
Al sur de la Península Itálica, los restos
de la antigua ciudad romana de Pompeya se sitúan a escasos
kilómetros de Nápoles, justo a los pies de la ladera
sur del volcán Vesubio.
Fue
precisamente una violenta erupción del Vesubio acaecida un
24 de agosto del año 79 después de Cristo la que acabó
por sepultar la ciudad bajo una gruesa capa de cenizas y rocas,
permaneciendo oculta -al igual que la vecina Herculano- hasta que,
en 1748 y por mandato del rey Carlos VII de Nápoles (Carlos
III de España), comenzaron las excavaciones y los estudios
para recuperarla.
Más allá de la literatura, la poética,
la cinematografía e incluso la mítica que, desde su
descubrimiento, ha acompañado a la ciudad de Pompeya por
la magnitud de la catástrofe y el drama que sobre ella se
cernió; sus excavaciones, aún en la actualidad, constituyen
uno de los lugares más visitados del mundo, siendo además,
para cualquier historiador que se precie, una fuente inagotable
de información sobre la forma de vida y el funcionamiento
de una ciudad romana.

Y es que Pompeya, a diferencia de numerosos yacimientos
llegados a nuestros días y sometidos a estudio, permite reconstruir
muy fielmente la cotidianidad de una urbe romana ya que, su abandono
y su estado actual, no es la consecuencia de un lento proceso de
degradación cuyos restos quedaron expuestos a los elementos
y a la mano expoliadora del hombre.
En la ciudad de Pompeya el tiempo se detuvo un día
cualquiera con la erupción del Vesubio, quedando desde entonces
intacta y oculta bajo millones de toneladas de ceniza y material
volcánico: un manto involuntario que, hasta su descubrimiento,
ha permitido y garantizado su total conservación en el mismo
estado en que sorprendió a sus desdichados habitantes ese
24 de agosto del año 79.

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco,
el yacimiento de Pompeya recibe actualmente unos dos millones de
visitantes al año, conservándose parte de sus riquezas
in-situ, y numerosas piezas divididas entre el Museo Arqueológico
Nacional de Nápoles y el Antiquarium de la hoy moderna ciudad
de Pompeya.
La ciudad romana
A juzgar por los equipamientos puestos al descubierto
durante los trabajos de excavación, puede concluirse que
Pompeya constituía una urbe relativamente importante, cifrándose
en aproximadamente 20.000 los habitantes que la moraban en el momento
de la catástrofe.
Urbanismo
Surgida sobre varios asentamientos prerromanos ya existentes,
el principal impulso demográfico y por tanto urbanístico
de Pompeya viene dado tras la conquista romana, en torno al siglo
III a.C., momento a partir del cual se fecharían la mayoría
de construcciones tanto públicas como privadas de la urbe,
las cuales, quedarían notablemente maltrechas en un primer
momento tras un violento terremoto documentado en el año
62 d.C.
Aprovechando un cinturón defensivo anterior,
la ciudad de Pompeya queda abrazada por un recinto amurallado de
piedra volcánica de más de tres kilómetros
de perímetro, el cual, iría siendo reformado y ampliado
en diferentes etapas en función de las necesidades urbanísticas
y del crecimiento de la ciudad.

Siete eran las puertas -al menos conservadas- que daban
acceso a la ciudad, denominadas en función de las ciudades
con que comunicaban, a saber: Nocera, Stabia, Nola, Ercolano, Vesubio,
Marina y Sarno.
Pese a los condicionantes orográficos, trató
de respetarse al máximo la prototípicamente romana
trama urbanística ortogonal, con dos vías principales
perpendiculares entre sí llamadas cardo y decumano de las
que, en paralelo y formando una malla, surgen el resto de calles.

Llamativo resulta en Pompeya el hecho de que, a diferencia
de otras ciudades contemporáneas, el foro principal no se
encuentre en la intersección de ambos viales arteriales,
sin embargo, la mayoría de edificios relevantes sí
abren sus fachadas a ellas.
La popularmente denominada Vía e la Abundancia
es la calle más larga y conocida de Pompeya, conservándose
su pavimento original a base de grandes losas pétreas e,
incluso, sus aceras laterales para peatones. Numerosas son también
a lo largo de las calles pompeyanas sus fuentes públicas,
todas ellas dotadas de sus respectivos canales de alimentación
y desagüe.

A excepción del anfiteatro, los principales
equipamientos de uso público de la urbe se habilitan en el
sector oeste de la ciudad, con toda probabilidad, la más
antigua; siendo notoria la expansión urbana hacia la zona
oriental.
Edificios públicos
El centro neurálgico de Pompeya, como de toda
ciudad romana que se precie, era el foro, situado al oeste de la
ciudad y, curiosamente, algo desplazado al eje de intersección
de cardo y decumano, como era lo normal.
Fue habilitado en el siglo II a.C., derribándose
para ello numerosas construcciones preexistentes. A lo largo de
toda su superficie fueron dispuestas diferentes estatuas de dioses,
emperadores y ciudadanos ilustres, quedando delimitado el espacio
por arcos de triunfo conmemorativos, de los cuales, hay constancia
arqueológica de tres de ellos, dedicados a Calígula,
Tiberio y Augusto.

También del siglo II a.C. era la basílica,
edificio polivalente situado en el ángulo suroccidental del
foro y que era concebido como lugar de administración de
justicia y para el desarrollo de actividades económicas.
Presentaba al exterior la apariencia de un templo, con su pórtico
precedido por un peristilo, sin embargo, al interior, reproducía
la tradicional separación en tres naves de las basílicas
romanas.
En el ángulo noroeste del foro se habilitó
el llamado macellum, construcción en la que, a la manera
de los actuales mercados de abastos, se almacenaban y vendían
distintos productos alimentarios para el consumo de la población.
Entre las ruinas de Pompeya han aparecido numerosos testimonios
de esta actividad en forma de ánforas y recipientes entre
cuyos contenidos se han hallado conservas, confituras, vino, etcétera.

Accesible desde el propio foro a través de una
monumental fachada columnaria con grandes estatuas, presentaba el
macellum planimetría rectangular en torno a un patio al que
abrían diferentes estancias individuales o "tabernae".
En el centro del patio se habilitaba un pequeño templete
circular rodeado de columnas cuyos arranques aún son apreciables.

Otro equipamiento público de importancia a juzgar
por su monumentalidad y su situación preponderante en pleno
foro principal es el llamado edificio de la Eumaquia, cuya finalidad
no ha sido del todo aclarada pese a que muchos especialistas le
identifican con el mercado de la lana.
Quedaba cerrado el recinto del foro por otros edificios
destinados a albergar diferentes funciones dentro de la administración
pública, así como varios templos dedicados a diversas
deidades.
El llamado foro triangular, situado al sur de la ciudad,
era la segunda de las grandes plazas públicas pompeyanas.
Fue concebido como zona de reunión y espera en torno al contiguo
gran teatro, contando tres de sus cuatro fachadas con monumentales
columnatas de estilo jónico. En el centro, una gran fuente
servía de soporte a una imponente estatua del general Marco
Claudio Marcelo, mientras que al extremo opuesto del teatro se levantaban
un templo dórico y un "tholos" circular.

Varios eran igualmente los edificios pompeyanos destinados
a albergar baños o termas, siendo los más importantes
las llamadas Termas Centrales y las Termas Stabianas, ambas situadas
en posición céntrica y junto a las principales vías
de la ciudad.

En ambos casos, han podido ser recuperadas y estudiadas
las distintas estancias que las componían, como son el caldarium,
frigidarium, apodyterium o tepidarium; todas ellas decoradas en
origen con pinturas y estucos principalmente de temática
mitológica. Conserva Pompeya a extramuros un tercer complejo
de baños conocido como "termas suburbanas" que,
en este caso, eran de carácter privado.

Sin duda, uno de los edificios que más han llamado
la atención de entre los aparecidos en las ruinas pompeyanas
ha sido el lupanar, aunque a buen seguro serían varios más
los que contaba la ciudad, siempre situados discretamente en zonas
alejadas del centro y en calles secundarias.

Construido para albergar el ejercicio de la prostitución,
es un edificio de dos plantas en las que se abren varias estancias
dotadas de su correspondiente camastro pétreo adosado al
muro, el cual, conserva restos de ornamentación pictórica
de explícita temática sexual.
Edificios religiosos
Son varios los templos descubiertos en las excavaciones
de Pompeya, aunque a juzgar por la entidad y las dimensiones de
la ciudad, no es descartable que existiesen varios más.
A pies del foro principal se encuentra el Templo de
Apolo, quizás el más antiguo y uno de los mejores
conservados, habiendo llegado a nuestros días el podium sobre
el que se erigía casi al completo, así como varias
columnas de su pórtico.

También junto al foro, concretamente en su costado
norte, se erigía el Templo de Júpiter, construcción
dotada de un pórtico amplio pórtico sobre columnas
que precedía al santuario o cella, dividida en tres naves
desiguales por hileras de columnas de fuste acanalado.
Completaban la nómina de templos levantados
en torno al foro el Templo de Vespasiano, de pequeño tamaño
y en el que se ha conservado un altar labrado con la escena del
sacrificio de un toro; y el contiguo Santuario de los Lares Públicos.

Fuera de la zona de influencia del foro, destaca el
Templo de la Fortuna Augusta, de similares características
al de Júpiter y del que ha sobrevivido, sin sus revestimientos
marmóreos originales, buena parte de la estructura de la
cella.
Justo a una de las entradas de la ciudad, concretamente
la llamada Puerta Marina, se conservan los restos del Templo de
Venus, el cual, a juzgar por los restos conservados, debió
ser uno de los más suntuosos de Pompeya.
Otros templos descubiertos y puestos en valor durante
las excavaciones han sido los de Asclepios, Isis, y el conocido
como Templo Dórico, situado en el ya citado foro triangular,
muy cerca del teatro.
Edificios lúdicos y de espectáculos
Como toda ciudad romana que se precie, Pompeya contó
con varias instalaciones públicas para el entretenimiento
colectivo de su población, siendo las más importantes
el anfiteatro y los teatros.

El anfiteatro se sitúa en el sector oriental
de la ciudad, muy próximo a la vía principal y prácticamente
contiguo al cinturón amurallado que la rodeaba. Su construcción
viene siendo contextualizada en torno a los años 70 y 80
antes de Cristo, siendo uno de los mejores conservados del Imperio.
Capaz de albergar nada menos que 20.000 espectadores,
sus graderíos estaban divididos en tres secciones claramente
marcadas con el fin de diferenciar al público según
sus estamentos sociales. Igualmente, existe testimonio de que podría
estar cubierto mediante un "velarium" de telas prensiles
y portátiles con el fin de proteger al aforo de las inclemencias
meteorológicas.
Bajo el graderío y articuladas en torno a corredores
elípticos en varios niveles, se habilitaban las diferentes
estancias destinadas a albergar gladiadores, almacenes, fieras,
etcétera.

Muy cerca del Foro Triangular se encuentra el Teatro
Grande, una instalación de aproximadamente 5.000 localidades
concebida para la representación de comedias, tragedias o
espectáculos musicales.
Al igual que el anfiteatro, sus graderíos ("cavea")
estaban divididos en tres secciones para agrupar a los asistentes
según extracto social. Se componía además,
como es denominador común en los teatros romanos, de "orchesta"
y "scena", esta última dotada de columnas y esculturas
marmóreas.

Junto al teatro grande se habilitaba un segundo recinto
más pequeño pero de similar naturaleza conocido como
el Odeón, hábil para alojar a unos 1.500 espectadores.
Precediendo ambas infraestructuras ha llegado a nuestros días
el llamado Pórtico de los Teatros, construcción rectangular
en torno a un patio porticado por sus cuatro costados que, en origen
y según la mayoría de las teorías, funcionaría
como antesala o recibidor para los asistentes a los espectáculos.
Con posterioridad, su funcionalidad fue redefinida y destinada a
cuartel de gladiadores.

Por último, por su carácter innovador,
cabe ser destacada entre los restos de Pompeya la llamada Palestra
Grande, un complejo entre deportivo y lúdico en relación
a los espectáculos deportivos destinado al ejercicio físico
a la manera de los actuales gimnasios.
De estructura cuadrangular, presentaba un espacio central
en torno a una pequeña piscina rodeada de cuatro pandas porticadas
rematadas con columnas de tipo jónico.
Arquitectura privada
Más allá de edificios públicos
y/o religiosos, el grueso de las ruinas de Pompeya se componen de
las numerosas viviendas en que residían sus habitantes, gran
parte de ellas de carácter humilde y en la que aparecieron
la mayoría de cuerpos carbonizados en actitudes cotidianas
que tanta literatura han suscitado.
En la mayor parte de los casos, la decoración
o las pinturas murales que ornaban las paredes de las viviendas
privadas han constituido pistas inmejorables para conocer la vida,
la ocupación e incluso el extracto social de sus moradores.

Como es lógico, las viviendas de los propietarios
más pudientes son las que nos han dejado un legado artístico
más importante en forma de restos conservados. Este patriciado
pompeyano habitaba las llamadas "Domus"; residencias unifamiliares
y exentas compuestas por un pórtico dotado de columnas y
un patio central en torno al cual se abrían, en uno o dos
pisos, las diferentes estancias de la vivienda.
Las domus más conocidas de Pompeya por sus dimensiones
y por el valor de los testimonios arqueológicos que nos han
dejado son las llamadas Casa del Fauno, Casa de Pansa, Casa de los
Dioscuros, la Casa del Horno y la Casa del Cirujano.

Las clases medias y populares se agrupaban en pequeñas
comunidades o "insulae" dotadas de corredores en torno
a un patio o huerto, al que se abrían sus "cubículum"
privados.
En los alrededores de la urbe existirían también
las villas suburbanas, concebidas bien para el recreo o bien para
explotaciones agroganaderas.

Tras la erupción, la mayor parte de ellas quedarían
destruidas, siendo las más conocidas la Villa dei Misteri,
la Villa de Diomedes, la Villa Imperiale o la Villa Giulia Felice.
Otras infraestructuras
Como era condición indispensable para mantener
unos niveles mínimos de salubridad en una ciudad de esa importancia,
Pompeya contó con un moderno sistema de gestión de
aguas, con sus canalizaciones, alcantarillado, desagües, y
el llamado Castellum Aquae, donde se depositaba el agua de las lluvias
y se distribuía a toda la ciudad.

Dignas de mención son también las Necrópolis
conservadas extramuros de la urbe, auténticas ciudades funerarias
con tumbas de diferente naturaleza y concepción (mausoleos,
nichos, etc) en función de la riqueza o el poder adquisitivo
del difunto allí enterrado.

La necrópolis más conocida de Pompeya
por su estado de conservación y por la variedad en sus monumentos
funerarios es la llamada Necrópolis de Porta Nocera.
Anexo: La Pintura Pompeyana
Uno de los grandes hitos artísticos que nos
han ido desvelando a través de los estudios y campañas
de excavación las ruinas de Pompeya ha sido el descubrimiento
de la hoy definida como Pintura Pompeyana, la cual, en muchos casos,
ha llegado a nuestros días casi intacta tras permanecer siglos
bajos toneladas de ceniza y sedimentos.
Tal es el volumen de paneles pictóricos aparecidos
en Pompeya que ha permitido, por extensión, clasificarla
en cuatro estilos principales:

Primer Estilo Pompeyano, llamado también "de
las incrustaciones": consistente en paredes de mármol
divididas en un zócalo, una campo central en la que se imita
a base de capas al efecto decorativo del mármol o el alabastro,
y una superior o friso que reproduce la forma de los entablamentos-

Segundo Estilo Pompeyano, conocido también como
"estilo arquitectónico": Consiste en reproducir
sobre el muro, con el fin de dar a las estancias cierta apariencia
de perspectiva y profundidad, diferentes motivos arquitectónicos
como puertas, columnas, balaustradas, etcétera.

Tercer Estilo Pompeyano, llamado mixto u ornamental,
donde el predominio de la arquitectura deja paso un mucho mayor
interés decorativo.
Cuarto Estilo Pompeyano, denominado "Ilusionista",
donde las tres tendencias anteriores se sintetizan en una dando
como resultado un efecto mucho más barroquista.

En todos los casos, la técnica predominante
en la pintura pompeyana es el buen fresco, el temple y la encáustica.
Autor del artículo/colaborador
de ArtEEspañA:
José Manuel Tomé)