El
Arte del Periodo Pospaleolítico - Neolítico en España
El Neolítico
es un periodo de tiempo que se extiende en líneas generales
desde el año 7000 hasta el 2000 antes de Cristo, aunque esta
cronología varía mucho dependiendo de las zonas. Su
inicio se ha hecho coincidir con el momento en que el hombre prehistórico
comienza a abandonar su antigua forma de vida nómada y cazadora
para asentarse en torno a un modo de subsistencia sedentario centrado
en la agricultura y la ganadería.
La progresiva
mejora del clima unido a la retirada de los hielos glaciares le
obliga a adoptar nuevas formas de supervivencia que dejarán
también su huella en las manifestaciones artísticas.
Las tribus ven aumentado el número de individuos y ello desemboca
en una jerarquización de la sociedad, así como en
al aparición de conceptos como la propiedad o el comercio.
La espiritualidad también se hace más compleja y el
progreso técnico experimenta un notable desarrollo, fruto
de las necesidades del nuevo modo de vida.
A
toda esta serie de cambios fundamentales para la evolución
del hombre se les conoce como la Revolución Neolítica
y sus resultados pueden constatarse en lugares tan distantes como
Europa, el norte de África, Rusia o Próximo Oriente.
Desde luego cada zona tiene sus particularidades y sus propios límites
cronológicos, pero los rasgos generales son coincidentes
en casi todas ellas.
La cerámica
cobra una gran importancia durante el Neolítico ya que los
grupos sedentarios necesitan de mayor cantidad de recipientes para
almacenar los alimentos. Aunque no presentan formas excesivamente
complejas, son vasijas muy funcionales, con decoración geométrica
a base de líneas, triángulos o círculos, que
adoptan variadas tipologías y cuya técnica deriva
de la cestería. Se realizan a mano, ya que el torno sólo
se empezaría a utilizar en la época de los metales,
y se dejan secar sin cocerlas en el horno.
Uno de los ejemplos
más representativos y bellos lo encontramos en España,
con la cerámica perteneciente a la llamada Cultura del Vaso
Campaniforme, que llegará a extenderse por el resto de Europa.
También es muy representativa de este periodo la conocida
como cerámica cardial, por estar decorada con dibujos realizados
mediante la concha de un molusco llamado cardium edule.
Junto a la cerámica,
en las sociedades sedentarias comienzan a destacar otras actividades
hasta entonces desconocidas como la elaboración de tejidos
y el pulimento de la piedra. Ésta última, haciendo
uso de piedras más duras, permite la fabricación de
herramientas mejores y más eficaces, como hachas y utensilios
agrarios, y es de hecho este fenómeno el que da nombre al
periodo neolítico (etimológicamente significa "piedra
nueva").
La aparición
de la agricultura hizo que la vinculación a la tierra se
hiciese más fuerte y comenzaran a desarrollarse aspectos
relacionados con la fertilidad, los ciclos vegetales o los fenómenos
celestes.
Hay una gran
producción de estatuillas y relieves asociados a dicho culto.
Generalmente son figuras con formas femeninas, algunas embarazadas
o con atributos como aves o serpientes y decoradas con zig-zags
y líneas onduladas que se cree tenían la finalidad
de propiciar las buenas cosechas. Además, derivado de la
necesidad de conocer más exactamente la naturaleza para sacar
más rendimiento al nuevo modo de vida basado en la tierra,
surge un interés por la naturaleza que da lugar a un incipiente
desarrollo de la ciencia. Los calendarios y las mediciones astronómicas
son el resultado, y de hecho, algunas de las construcciones de aquellos
tiempos que han llegado hasta nosotros se han interpretado como
observatorios y lugares para realizar mediciones celestes.
El final del
Neolítico vendría marcado por un nuevo avance tecnológico:
el descubrimiento de las propiedades químicas de los metales
y su utilización para crear herramientas. Llegaría
así la edad de Bronce, y con ella, el paso que llevaría
a nuestros antepasados a dejar la Prehistoria para adentrarse en
la Historia.
Pero si tenemos
que destacar una manifestación característica del
periodo neolítico, esta es sin duda el fenómeno del
megalitismo, construcciones realizadas con piedras de gran tamaño
que se cree tenían una finalidad funeraria (el término
procede de las palabras griegas mega grande y lithos, piedra. Son
las primeras construcciones del hombre prehistórico que han
llegado hasta nosotros gracias a que se protegían con capas
de tierra y piedras formando túmulos.
Se pueden distinguir
varios tipos de monumentos: los menhires o enormes piedras clavadas
verticalmente, los dólmenes que son estructuras formadas
por varios mehires rematados por otras grandes losas horizontales
o los cromlech, círculos formados por varias de los elementos
anteriores cuyo ejemplo más representativo es Stonehenge.
Sin embargo existen otras formas como alineamientos, taulas, navetas,
etc.
Los sepulcros
megalíticos solían tener una cámara sepulcral
en la que se depositaban los restos humanos (generalmente inhumaciones
individuales sucesivas). Podían presentar galerías
o corredores y se hacía uso de la mampostería para
levantar falsas cúpulas. Además existían tumbas
en forma de cistas e incluso cuevas artificiales.
La pintura se
caracteriza por su esquematismo y por su marcado carácter
simbólico. A diferencia de lo que sucedía con el arte
parietal paleolítico, el de esta etapa ya no suele representarse
en el fondo de oscuras cavernas sino más cerca de la entrada
de las cuevas o incluso fuera de ellas, al aire libre, como parte
de la decoración de estructuras arquitectónicas o
de esculturas.
Los colores
usados siguen siendo los mismos, sin embargo ahora la figura humana
está más presente que antes, siempre representada
de una manera muy esquemática y generalmente formando escenas
que pueden ser de caza, domésticas, etc. y que en ocasiones
incluyen símbolos solares, estrellas o elementos de la naturaleza,
así como otros asociados al poder o a la fecundidad. Las
representaciones de animales sufren también un proceso de
abstracción aunque, como siempre, la evolución no
es la misma en todas las áreas.