Escultura
Modernista en España
El
Modernismo como movimiento artístico representaba la libertad,
la posibilidad de desarrollar cualquier forma, en contraste con
el academicismo anterior. La escultura no fue una excepción.
En realidad,
al tratar de la escultura modernista, no necesariamente ha de hacerse
al margen de la arquitectura, ya que es muy frecuente encontrarla
integrada en los edificios como un arte decorativo. Aunque esto
no es exclusivo de la arquitectura modernista, si es nuevo el grado
de implicación. Muchos escultores colaborarán con
los arquitectos, algunos de forma anónima, como los que trabajaron
con Gaudí en la decoración de la puerta del Nacimiento
de la Sagrada Familia de Barcelona.
También
habrá escultores que desarrollen su actividad de forma independiente,
libres de los compromisos arquitectónicos. La escultura modernista
es marcadamente sensual, mezcla realismo y simbolismo, pretende
trascender la anécdota que el naturalismo había puesto
en primer plano, y por ello, mirará hacia el simbolismo.
La eclosión
de la escultura modernista se produce con Josep Llimona, Miquel
Blay, Enric Clarasó y Eusebi Arnau, todos ellos influidos
por Auguste Rodin, cuyo simbolismo se manifestó a través
de la figura femenina de un marcado idealismo, capaz de despertar
un sentimiento o una emoción.
Agapit
y Venanci Vallmitjana
El taller de
los hermanos Agapit y Venanci Vallmitjana estuvo en el origen de
la escuela escultórica del Modernismo catalán. Ambos
inician juntos su carrera y buena parte de su trabajo es realizado
en colaboración, por lo que a veces resulta difícil
atribuir una obra a uno u otro. Sin embargo, en la obra de Venanci
se aprecia un mayor gusto por la espectacularidad y en la de Agapit
una mayor perfección formal.
Tanto Agapit
como Venanci deben
considerarse premodernistas, juegan un papel especial en el nacimiento
del estilo, ya que fueron maestros de famosos escultores modernistas
como Llimona.
Agapit realizó
Cristo en la Cruz, El ángel de la guarda, la
fachada del monasterio de Monserrat, El cazador de leones
y El comercio, estas dos últimas en el Parque de la
Ciudadela de Barcelona.
De su hermano
son Evangelistas, San Jordi, Nacimiento de Venus,
Alfonso X El Sabio y Musa de la Música en el
Gran Teatro del Liceu.
Joseph
Llimona i Bruguera (1864-1934)
Llimona se formó
en la Escuela de la Lonja y en el taller de los hermanos Agapit
y Venanci Vallmitjana. Sus primeras realizaciones son todavía
académicas, nos muestran una serie de personajes típicos
e históricos del país, como la estatua de Ramón
Berenguer el Grande y La Modestia.
Había
contribuido a la fundación del Círculo Artístico
de San Lluc con la intención de preservar el arte de los
excesos de los artistas coetáneos, adoptando un idealismo
de profundas convicciones religiosas.
Mas tarde, su
estilo derivó hacia el modernismo simbolista, con influencias
de Rodin y Meumier. Le gusta la materia definitiva, labra el mármol
con su propia mano, huye de lo complicado, del realismo minucioso
y del efectismo pictórico.
En Desconsuelo
transmite a través de un desnudo femenino sentimientos de
melancolía y tristeza. La figura de rodillas, con la cabeza
caída y ocultando con el pelo su rostro refleja el estado
de abatimiento. Se aprecia un delicado modelado del desnudo y el
suave cuerpo juvenil contrasta con la áspera dureza de la
piedra sobre la que la muchacha se apoya. La hermosa figura femenina
surge del bloque de mármol, como las figuras inacabadas de
Miguel Ángel.
Las líneas
onduladas y los contornos esfumados son rasgos que derivan de La
danaide de Rodin, aunque existe gran diferencia entre la actitud
resignada y melancolía de Desconsuelo y la vitalidad, fuerza
y sensualidad de la obra del escultor francés.
En Juventud (1913), hará un planteamiento similar
de la imagen femenina, llena de sensibilidad y sensualidad.
La ternura y
la fuerza viril las combinará en obras como El estudiante
y el Monumento al Doctor Robert en la Plaza de Tetuán
de Barcelona. Esta última conmemora la figura de Bartolomé
Robert, alcalde de Barcelona respondiendo a un modernismo ecléctico.
La base recuerda las formas de Gaudí y las figuras beben
del realismo de Meumier, sin dejar de estar presente la melancolía
propia de Llimona.
Ha sido considerado
uno de los mejores representantes de la escultura modernista catalana.
Enric
Clarasó (1857-1941)
Sus circunstancias
personales le llevaron a cultivar paralelamente dos caminos artísticos
diferentes. Uno, centrado en obras de carácter naturalista
y de temática anecdótica al gusto del público
convencional. Otro, que le vinculó al simbolismo inspirado
en Rodin, por el que ha sido considerado uno de los escultores catalanes
más destacados del Modernismo.
Eva (1904),
junto con Desconsuelo de Llimona, resume las características
de este movimiento. Ambas tienen una posición similar. La
figura femenina, desnuda, muestra una actitud de pasividad y abandono
doblándose sobre sí misma sobre una roca a medio devastar.
Eva oculta el rostro con el cabello, escondiéndose de la
mirada divina, consciente de su pecado.
Otro artista
fundamental es Joseph Clará, que responde a una sensualidad
plástica insinuando obras que surgen de la materia, que se
desprenden de ella. Éxtasis.
Eusebi
Arnau (1863-1933)
Evolucionó
del narrativismo anecdótico hacia un modernismo simbolista.
Desarrolló su actividad colaborando con arquitectos y en
especial con Doménech i Montaner. Realizó Las Medallas
conmemorativas del descubrimiento de América (1982), las
figuras para el escenario del Palau de la Música Catalana
(1907) o el Friso de la Casa de la Lactancia (1910).
Miguel
Blay (1866-1936)
Su carácter
modernista residía en la capacidad de representar la verdad
de las figuras, su vida angustiosa y el sufrimiento humano.
Los tiempos
fríos nos transmite la sensación del frío
del viejo y la niña que se encuentran desnudos. En la anatomía
del viejo, en la textura de la piel y la flacidez de la carne vemos
el dominio técnico de Blay. Introduce los elementos propios
del modernismo como el non finito o el esfumado de la cara de la
niña, donde vemos la influencia de Rodin. La verdadera fuerza
de esta obra reside en la capacidad de transformar una escena de
ternura conmovedora en una representación idealizada del
sufrimiento humano.
Persiguiendo
la ilusión es otra de sus obras más destacadas.