Joaquín
Sorolla y Bastida. Biografía y obra
Joaquín
Sorolla y Bastida, pintor español vinculado al Impresionismo,
nace en Valencia en 1863, cuando el movimiento en Francia estaba
en pleno apogeo. Sus pinturas por tanto son tardías, pero
en ellas reúne las principales características impresionistas
como el gusto por el aire libre, la búsqueda de lo momentáneo,
de lo fugaz, la captación de los efectos de la luz, la ausencia
del negro y de los contornos y las pinceladas pequeñas y
sueltas.
Cuando tenía
dos años de edad sus padres fallecieron a causa de una epidemia
de cólera y son sus tíos maternos quienes se ocupan
de él y de su hermana Concha.
Inició
sus estudios artísticos con el escultor Cayetano Capuz y
después recibió una formación académica
en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Desde muy joven se
aficionó a pintar al aire libre y al empleo de tonos claros
y luminosos influido por Pinazo.
En
1884 se presentó al concurso convocado por la Diputación
Provincial de Valencia para ser pensionado en Roma. Obtiene la pensión
gracias a un cuadro de historia, El grito del Palleter. De
ahí se trasladará a París con su amigo el pintor
Pedro Gil, donde entra en contacto con el Impresionismo.
Prorrogada su
pensión por un año, en 1888 contrae matrimonio con
Clotilde García, su mejor modelo y compañera, y se
establecen en Asís.
En 1889 se instalan
en Madrid, donde comenzó una trayectoria profesional llena
de éxitos. De este periodo destacan obras de crítica
social, que son demandadas en los certámenes oficiales. Trata
de blancas, Aún dicen que el pescado es caro y
Triste herencia muestran su compromiso por los desheredados
y se advierte ya la preocupación luminista.
En Aún
dicen que el pescado es caro, a pesar de tener una temática
social, Sorolla hace alusión a uno de sus temas favoritos,
los pescadores de su tierra natal, que más tarde pintará
en diferentes faenas cotidianas. Vemos a un joven pescador en la
cubierta del barco, con el torso desnudo, mientras otro le sujeta
por las axilas y un tercero le cura la herida con un paño.
La escena se
desarrolla en una barca y pueden apreciarse los pescados en el fondo
y diversos utensilios en primer plano. La preocupación por
la crítica social no hace que el pintor olvide los efectos
lumínicos, produciéndose importantes contrastes entre
luz y sombra. La expresividad de los rostros de sus personajes será
otra de sus preocupaciones.
En La Exposición
Universal de París de 1894 descubre el luminismo de los pintores
nórdicos que tanto marcará su obra posterior. Comienza
a pintar al aire libre y su paleta va cobrando nuevos matices en
su esfuerzo por plasmar la luz en las escenas cotidianas y paisajísticas
de la vida mediterránea.
La vuelta
de la pesca, llena de luz, supone una instantánea de
un episodio de la vida real.
Entre sus temas
preferidos hay que destacar su dedicación al paisaje levantino.
Realiza continuas escapadas a Valencia, a Javea, para pintar escenas
del mar relacionadas con la pesca y la vida de la playa, el baño,
los juegos en la arena y los niños.
Siempre hallamos
la presencia humana. El gran protagonista es la luz, que hace vibrar
los colores y marca el movimiento de las figuras.
En A la sombra
de la barca, Valencia, insiste en los temas costumbristas
marineros intentando reflejar la caída del sol, buscado fuertes
contrastes entre luces y sombras.
Continua con
el estudio de la luz del ocaso en El niño de la barquita.
Aquí trata el tema de la playa, con el que surgen los temas
infantiles que ya había tantado con anterioridad entremezclados
con las escenas de pescadores. Otro ejemplo es Pescadora con
su hijo, Valencia.
Nadadores,
Javea representa a niños y adolescentes en los acantilados.
En Niños
en la playa, tres niños aparecen tumbados en la playa,
cerca de la orilla. Las expresiones de los rostros transmiten la
atmósfera del Mediterráneo. Los cuerpos desnudos son
una excusa para tratar la luz y la sombra. No utiliza el negro para
las sombras, sino que emplea los malvas, blancos y marrones siguiendo
las consideraciones impresionistas.
Paseo a orillas
del mar recoge a su mujer y a su hija mayor paseando por la
playa con una paleta brillante y vitalista. Capta la brisa del mar
a través del movimiento de la indumentaria.
Sorolla viajará
por distintas regiones de la geografía española para
pintar diferentes paisajes. Se interesó por la ferocidad
del mar cantábrico, tan diferente de su mediterráneo.
Instantánea de Biarriz, Rompeolas, San Sebastián
o Bajo el toldo, playa de Zarauz.
Al descubrir
los jardines de los Reales Alcázares de Sevilla, comienza
a tener gran importancia el tema del jardín en su producción.
Ejemplo: Fuente del Alcázar de Sevilla.
En El patio
de los Comares, la Alambra de Granada y en Alberca del Alcázar
de Sevilla su pintura se hace más sintética, tiende
a esquematizar las formas para representar sólo lo imprescindible,
de forma intimista.
Su popularidad
se extendió por toda Europa, realizando exposiciones en París,
Berlín, Colonia, Londres y finalmente en varias ciudades
de Estados Unidos.
En Noviembre
de 1911 firmó un encargo para la Hispanic Society of America
para realizar catorce murales que decorarían las salas de
la institución. Son representaciones de las gentes y costumbres
de las diversas regiones de España. Sorolla se enfrenta a
un proyecto mural de proporciones gigantescas. Viajó constantemente
por todo el país buscando lo más peculiar de su indumentaria
y sus costumbres.
En 1920 sufrirá
un ataque de hemiplejía que lo deja invalido del lado izquierdo
y tres años más tarde, en 1923, fallece en Cercedilla
(Madrid). Por deseo de su viuda, Clotilde García del Castillo,
la vivienda familiar y las colecciones que a ella pertenecieron
fueron donadas al Estado Español para crear un museo en memoria
de su marido.