
John
Constable. Biografía y obra
Vida
y obra de John Constable
Nacido
en 1776, suele decirse de John Constable que con él la pintura
inglesa alcanzó la contemporaneidad a través del estudio
del paisaje, llegando a acuñarse, gracias a su obra, el término
"manera inglesa" con motivo de una exposición celebrada
en París en el año 1804.
De formación
académica, rápidamente descubrió que, frente
al auge del retrato tan de moda en los contextos artísticos
ingleses de finales del siglo XVIII y principios del XIX, su verdadera
vocación estaba enfocada al paisaje, considerado por él
como un mundo dramático lleno de sugestiones nuevas tanto
para el ojo como para el espíritu, razón por la cual
fue considerado un magnífico narrador de la naturaleza de
las tierras británicas.
Constable recorrió
los paisajes británicos palmo a palmo con su caballete, inspirándose
para sus obras en la visión directa de la naturaleza y apoyándose,
por supuesto, en su dominio del dibujo adquirido gracias a su formación
en la Academia Real de Londres. A la hora de acometer una obra,
Constable realizaba tres o cuatro bocetos, aplicando, a continuación,
una solidísima paleta de gran consistencia sobre la que,
aprovechando el grosor de la materia, aplicaba unos toques blancos
que conferían al paisaje una enorme brillantez.

En su etapa
de juventud, Constable mostró ya un concepto muy revolucionario,
inspirándose entre otros en el poeta Wordsworth, en cuadros
que Claudio de Lorena que tuvo la oportunidad de admirar tanto en
colecciones privadas inglesas como en sus viajes a Italia, y en
los paisajistas holandeses que se desmarcaron de la temática
religiosa barroca gracias a una clientela sobre todo burguesa que
les permitía cultivar la temática profana.
Buena
parte de la idiosincrasia artística de Constable quedó
plasmada en numerosas cartas en las que, además de referirse
a reconocidos artistas del pasado y el presente como Tiziano, Wilson
o el citado Claudio de Lorena; manifestó sus inquietudes
y sus preferencias pictóricas.
Para él,
tiene gran importancia el claroscuro de la naturaleza, el cual utiliza
de manera descriptiva diluyendo el color del fondo y jugando con
los contrastes dramáticos entre luces y sombras. Para él,
puesto que la representación del paisaje lleva implícito
un elemento dramático, no hay nada mejor que subrayar ese
dramatismo por medio de la luz.

Igualmente,
se considera a Constable todo un maestro en el uso de la mancha
a la hora de captar los volúmenes, algo que queda de manifiesto
en sus representaciones de árboles, nubes, agua, etcétera.
Asimismo, gracias a su práctica habitual de salir al campo
al encuentro directo con la naturaleza, fue capaz de captar paisajes
muy descriptivos, casi anecdóticos.
De esta primera
etapa de juventud, además de algunos retratos y alguna obra
de temática religiosa, la mayor parte de sus obras se corresponden
a paisajes naturalistas de espacios bien conocidos por él
por encontrarse cerca de su Suffolk natal, como por ejemplo "El
Valle de Dedhman" (1802), "Vista de Epson" (1809),
"Esclusas y granjas sobre el Stour" (1811), así
como varios cuadros de "La bahía de Weymouth".

Rebasada la
década de los veinte del siglo XIX, puede considerarse que
la obra de John Constable va dando un giro progresivo hacia una
concepción mucho más melancólica y romántica
del paisaje, dando como resultado una obra totalmente desposeída
de cualquier rasgo de academicismo donde no se aprecia ni rastro
de dibujo ni de manchas cromáticas, sino un juego diluido
y expresionista de elementos, algo que se ha venido denominando
como "el claroscuro de la naturaleza".

De esta etapa
es su célebre obra "La carreta de heno" (1821),
con la cual obtuvo la medalla de oro del Salón de París
de 1824 al ser considerada una obra prácticamente de vanguardia.
Sin embargo, es quizás su serie de cuadros sobre "La
Catedral de Salisbury" la obra más conocida de Constable,
donde presenta una serie de visiones de esta espectacular catedral
gótica realizadas entre 1823 y 1831.

Buena parte
de la modernidad de las distintas vistas de la Catedral de Salisbury
de John Constable radica en el hecho de presentar un mismo monumento
a distintas horas del día con el fin de buscar la experimentación
del ojo humano y apreciar cómo un elemento estático,
es capaz de cambiar en función de los condicionantes climáticos
y ambientales.
Supone igualmente
un clarísimo guiño romántico el hecho de elegir
como let-motiv un elemento estático de origen medieval, como
es la gótica catedral de Salisbury y su espectacular aguja,
añadiendo en cada obra de la serie alrededor de ella un conjunto
de elementos de carácter anecdótico.

En sus últimas
obras, ya hacia 1830, los paisajes de Constable acusan aún
más si cabe la recurrencia de la mancha, presentando composiciones
partidas por una línea de horizonte y unos fondos que casi
vienen a anunciar el impresionismo, como se aprecia en las obras
"El maizal" (1828) y "Granja en el valle" (1835).
