
Federico
de Madrazo, Biografía y obra
Biografía
de Federico de Madrazo
Federico de
Madrazo y Küntz nació en Roma en 1815. Perteneció
a una familia influyente y con gran talento. Era hijo de José
de Madrazo, uno de los grandes pintores del neoclasicismo español
que fue director de la Academia y que reformó la enseñanza,
y de Cecilia Küntz, hija del pintor Tadeo Küntz.

En este ambiente
privilegiado creció Federico, lo que propició que
desde joven desarrollara sus dotes para la pintura. Lo mismo ocurrió
con sus hermanos, Pedro, Juan y Luís, dedicados a la crítica
de arte, a la arquitectura y a la pintura respectivamente.
Cuando
tenía cuatro años de edad, su padre obtuvo el puesto
de pintor de cámara junto a Fernando VII y la familia se
trasladó a Madrid. Es en Madrid donde recibe una temprana
y esmerada educación artística, además de formarse
como discípulo de José de Madrazo.
Su primer cuadro
de historia, Iris excita a Aquiles a rescatar el cuerpo de Patroclo,
seguirá las líneas del neoclasicismo aprendido de
su padre.
En 1832, con
diecisiete años de edad, va a París a estudiar pintura
con Ingres, amigo de su padre, con quien adquiere un estilo romántico
a la manera francesa.
A su regreso
a España realiza el cuadro de historia, El Gran Capitán
contemplando el cadáver del Duque de Nemours, para el
que posan sus amigos Espronceda, Ventura de la Vega o el Conde de
Campo Alange, y en el que muestra su dominio del dibujo y de la
composición.
En estos años
de juventud funda con su hermano Pedro la revista El Artista, que
significó una novedad romántica, encargándose
Federico de las ilustraciones. También realiza otros cuadros
de historia, como el de Godofredo de Bouillon en Jerusalén
o el de Godofredo de Bouillon en el monte Sinaí.
Tras recibir
una rigurosa educación dibujística por parte de su
padre y del purismo de Ingres, en 1840 va a Roma, donde entra en
contacto con el grupo nazareno y en especial, con Overbeck, lo que
refuerza su destreza con el dibujo. En Las Marías en el sepulcro,
una de sus pocas obras religiosas, se acerca a la estética
de los nazarenos al ofrecer una escena serena y distante, carente
de sentimiento.
Regresa a Madrid
con gran prestigio y se convierte en un pintor muy solicitado, dedicado
sobretodo al retrato. Será el gran retratista oficial de
la época isabelina, realizando tantos retratos para la aristocracia
que se ha dicho que inmortalizó a la sociedad española
de su época. Se caracterizan por la sencillez, por lo natural
y por una serenidad distante, sin profundizar en lo expresivo.
La producción
de Madrazo atraviesa tres fases. En sus primeras obras predomina
el purismo de la línea, el detallismo y lo accesorio. Con
el tiempo va olvidando ese purismo en el dibujo, su técnica
se hace más fluida y espontánea y su intención
expresiva, más profunda, sin perder la serenidad distante.
Aunque su formación en el dibujo hace que prevalezca en él
casi siempre la línea sobre el color.
Entre los retratos
oficiales destacan los que hizo de Isabel II, el del Rey
Francisco, sentado en su sillón y con traje civil o el
del Duque de Osuna, a caballo y con fondo de paisaje.
De los retratos
femeninos el de Leocadia Zamora es el más hermoso
por la belleza de la modelo y por el tratamiento del color. Las
suaves tonalidades de grises y pardos del fondo hacen que resaltan
el blanco del vestido y el azul del manto.
El de Elena de Castellví, la mujer del infante don
Enrique, hermano del rey Francisco, es de una belleza fría,
aparece ataviada con un rico vestido de seda.
A La condesa
de Vilches la representa vestida de azul brillante, sentada
en un sillón de terciopelo floreado y sonriendo al espectador.

También
elaboró retratos infantiles, de niños, como el de
Federico López, en traje de marino; el de Ángel
García Loygorri, vestido de escocés; el de Vicente
Beltrán de Lis o el de la Condesita de París
con su perro.
Otros ejemplos
de interés son el de Pérez Villaamil, el de
Rosales, el de María Luisa Carvajal, el de
Bravo Murillo, el de Ramón de Campoamor, el
de Salmerón, el de Gertrudis Gómez de Avellaneda
o el de José de Espronceda.
Federico de
Madrazo murió muy anciano, a los ochenta años, en
1894. Fue pintor de cámara de la reina Isabel II, profesor
y director de la Academia de San Fernando. Le nombraron director
del Museo del Prado, cargo que perdió con la Gloriosa, la
revolución liberal de 1868 y que recuperó a partir
de 1881.
