Rafael
Sanzio. Biiografía y obra
Introducción
al mundo artístico de Rafael (1483-1520)
Rafael ha sido
considerado históricamente, junto con Leonardo y Miguel Ángel,
como uno de los pilares del Cinquecento italiano, además
de uno de los grandes genios de la pintura de todos los tiempos.
Deudor en sus inicios de influencias quattrocentistas, se erigirá
en representante perfecto del arte clasicista antes de que éste
entre en su etapa de "decadencia" (y Rafael con él
en sus últimos años, arrastrado por el potente manierismo
miguelangelesco).
Hay que señalar
también que en su haber contará con una carrera como
arquitecto, no excesivamente conocida ni determinante para la historia
del arte (si se exceptúa el encargo de continuación
de las obras de la basílica de San Pedro, de las que se hará
brevemente cargo a la muerte de su amigo Bramante).
Biografía
de Rafael
Rafael
Sanzio nace en Urbino en 1483, hijo de un pintor no demasiado excelente,
Giovanni de Santi, pero que tuvo el buen criterio de encaminar los
pasos de su vástago hacia el mundo del arte. Será
con el padre con quien inicie Rafael su aprendizaje, ayudándolo
en el desarrollo de algunas de las obras que tenía encargadas
en Urbino, pasando posteriormente a conocer los rudimentos de la
pintura de manos de Timoteo Viti antes de ser enviado a Perugia
a formarse en compañía de Pietro Vannucci, más
conocido como El Perugino.
Pronto,
el discípulo alcanzará al maestro, llegando incluso
a ser difícil distinguir lo ejecutado por la mano de cada
uno de ellos, como se puede apreciar en algunas obras primerizas
como Coronación de la Virgen, en la que Rafael colaboró
realizando algunas figuras (hacia 1502). Durante toda la etapa inicial
de formación del artista va a ser apreciable la influencia
del estilo peruginesco en su obra, influencia a la que no se sobrepondrá
hasta que no viaje a Florencia, conozca la obra de Leonardo y trabe
amistad con diferentes artistas que resultarán del mismo
modo influyentes en su pintura (como Fra Bartolomeo), surgiendo
entonces un Rafael mucho más personal (que se tornará
ligeramente monumental una vez conozca en Roma la obra de Miguel
Ángel).
Sin embargo,
antes de asentarse en Florencia, va a viajar a Città del
Castello, donde pinta la Pala del Beato Nicola da Tolentino (su
primer encargo conocido, datado hacia 1500 y del que no se conservan
apenas más que unos fragmentos), realiza una maravillosa
Crucifixión para la Iglesia de Santo Domingo (1503) y ejecuta
su obra primeriza más importante: los Desposorios de la Virgen
(1504). Se cree que posteriormente debió viajar a Siena llamado
por su amigo Pinturicchio para realizar una serie de dibujos para
la obra de decoración de la Catedral sienesa, sin embargo
esta colaboración no es segura y dicha teoría ha sido
desdeñada por la crítica moderna.
Es hacia 1505
cuando se puede encontrar instalado a Rafael en Florencia, ciudad
donde va a llevar a cabo un buen número de encargos, algunos
de los cuales darán lugar a esas composiciones marianas que
tanta fama le han otorgado, caso de la llamada Madonna del Gran
Duque (1504), la Madonna del Jilguero (hacia 1506), la
Madonna de Casa Colonna (sobre 1507), La Bella Jardinera
(finalizada por Ghirlandaio) o la Madonna del Baldaquino
(encargada alrededor de 1508 por los Dèi florentinos para
el altar de la capilla que poseían en la iglesia del Santo
Spirito y que no llegará a acabar).
Ciertos encargos
de esta época quedarán en manos de diversos
pintores para su término cuando Rafael sea llamado en 1508
a Roma por Bramante (el cual estaba al servicio del Papa Julio II)
para colaborar, junto con otros artistas, en la decoración
de las estancias palatinas vaticanas. En la Stanza Della Segnatura
se pueden admirar obras debidas al pincel de Rafael como la famosa
Escuela de Atenas (1509-1510), El Parnaso, La Disputa
del Santísimo Sacramento (hacia 1509), y los frescos
Las Virtudes, Triboniano entrega las Pandectas y Gregorio
X recibe las Decretales. El buen hacer de este maestro impresionó
tan favorablemente al Papa Julio II que le encargó le decoración
de otra sala, la Stanza de Heliodoro, donde va a llevar a cabo,
en ocasiones con ayuda de sus discípulos, las escenas de
La Expulsión de Heliodoro (1511-1512), La Misa
de Bolsena (1512), la Liberación de San Pedro
(1514), y, ya en época del Papa León X, el Encuentro
de Atila con León Magno. Con respecto a la decoración
de una tercera estancia, encargada por el nuevo Papa, se considera
que de todas las escenas la única llevada a cabo por Rafael
habría sido El incendio del Borgo (hacia 1515), quedando
el resto de las mismas en manos de sus colaboradores.
En Roma realizará
además la que ha sido considerada como su más hermosa
obra: los frescos para la capilla de Agostino Chiggi en Santa María
Della Pace, conocidos bajo el título de Sibilas y ángeles
(1512-1514) y en los que el conocimiento de la obra miguelangelesca
es patente de nuevo (Rafael habría visto la Capilla Sixtina
con ayuda de Bramante).
A la par que
estas obras, Rafael continuará ejecutando los diversos encargos
que va a ir recibiendo en estos momentos (como la Madonna del
Pez, la Madonna del Divino Amore, la Santa Cecilia
de Pucci o la Madonna de Foligno) y dará rienda
suelta a su otra conocida faceta como retratista, plasmando en sus
lienzos a una buena parte de sus coetáneos (Papas, integrantes
de la familia de los Médici, el famoso Baltasar Castiglione,
etc.).
Rafael muere
en 1520, cuando estaba pintando la que será su última
e inconclusa obra, la Transfiguración, dejando tras
de sí un buen número de seguidores que tratarán
de imitar su estilo en los años venideros.
Principales
obras de Rafael
A pesar de la
excepcional prolificidad artística de Rafael Sanzio (circunstancia
que ha hecho que una buena parte de críticos no se pongan
de acuerdo con respecto a la autoría de determinadas obras,
consideradas pertenecientes a su taller), son destacables de entre
su producción los maravillosos frescos de las estancias vaticanas,
donde crea historias con vida propia en las que se fusionan su habilidad
como dibujante, su pericia como colorista, su conocimiento de las
reglas perspectivas y el uso de las peculiares arquitecturas bramantescas,
su aprecio por un naturalismo que no descarta la exacerbación,
junto con un equilibrio y armonía completamente renacentistas
(no siendo posible tampoco olvidar sus dulces y vívidas madonnas)