
Obra
y biografía de José Gutiérrez Solana
Intoducción
a la Biografía del pintor José Gutiérrez Solana
José
Gutiérrez Solana nació en Madrid en 1886 y murió
en esta misma ciudad en 1945. Se le considera el creador de un Expresionismo
peculiar y trágico.
A
los catorce años ingresó en la Real Academia de San
Fernando. Después permaneció varios años en
el extranjero y en 1919 se instaló de nuevo en Madrid. Estudió
al pueblo madrileño profundamente, como podemos comprobar
en sus cuadros y en sus escritos, en los que retrata la España
del momento.
No obstante,
a pesar de la notable originalidad de sus obras, posee influencias
de algunos pintores españoles tradicionales como Valdés
Leal, Ribera, Goya, Zurbarán, EI Greco y el primer Velázquez,
sin olvidar la producción de Brueghel el Viejo.
Su pintura es
de gran solidez. La pastosidad es algo característico en
sus trabajos. Independientemente de los colores que utilice, la
materia siempre es tratada con gran sensualidad y ternura, siendo
los colores dominantes el ocre y el negro.
En su técnica
predomina el empleo de contornos muy marcados junto a potentes pinceladas
que distribuyen el color, dando lugar a dramáticas escenas
de imponente estructura compositiva.
Los temas que
representa en sus pinturas se corresponden con sus ambientes vitales.
Destacan especialmente tres bloques: los relacionados con los tipos,
las calles y las fiestas populares madrileñas, los que inciden
en la representación de los usos y costumbres de la España
negra, y finalmente, los retratos, ya fueran de intelectuales como
de amigos suyos.
En sus cuadros
pintará la España del 98, arrabales atroces, tabernas,
prostíbulos, comedores de pobres, bailes populares, corridas,
coristas y cupletistas, puertos de pesca, crucifixiones, procesiones,
carnavales, gigantes y cabezudos, tertulias de botica o de sacristía,
carros de la carne, ejecuciones, etc.
En la década
de los 20 alcanza su madurez pictórica, sus lienzos adquieren
un gran tamaño lo que contribuye a incrementar la monumentalidad
de los personajes en ellos representados. Aplica el color con mayor
armonía y su paleta se aclara y perfecciona.
Principales
Obras
La tertulia
del Café Pombo (1920).
Refleja una
de las reuniones de intelectuales típicas en las tres primeras
décadas del siglo XX. La acción se desarrolla en un
café madrileños, el café Pombo.
Es un retrato
múltiple de muchos de los intelectuales de la época,
como Manuel Abril, Tomás Borrás, José Bergamín,
José Cabrero, Mauricio Bacarisse, Pedro Emilio Coll, Salvador
Bartolozzi, incluyéndose él mismo entre ellos. Destaca
la sobriedad de los retratados y los colores oscuros que utiliza,
tan característicos del artista.
Las coristas
(1921).
En esta escena,
Solana muestra su visión personal de los ambientes que tanto
le gusta reflejar: los momentos cotidianos, las costumbres de los
barrios bajos, tabernas y espectáculos.
Exhibe escenas
cotidianas retratando rostros anónimos para darles vida y
expresión.
La visita
del obispo (1926).
Sigue con la
misma línea de colores oscuros y sobriedad de los rostros.
El tema de la composición, una vez más es el reflejo
de una situación cotidiana en la España de la época,
que de tan diversas formas nos la presenta Solana a lo largo de
su carrera.
La procesión
de la muerte (1930).
En esta obra
queda reflejada la obsesión que Solana tuvo con respecto
a la muerte y todo lo que a ella se refería. Se ve una clara
influencia de la "Vanitas" de Valdés Leal y de
las composiciones barrocas de este tipo en las que se refleja la
evidencia de la llegada de la muerte.
Esta temática
que será repetida en El Espejo de la Muerte, en El
Osario y en muchos de sus escritos, hace que este estilo haya
sido clasificado particularmente como Expresionismo tenebroso.
La reunión
de la Botica (1934).
Muestra otro
aspecto de la España popular y cotidiana y utiliza para ello
la misma técnica que en "La Tertulia del Café
Pombo", aunque más perfeccionada tanto en el tratamiento
de los colores como en el de las figuras.
Los traperos
(1926).
En Cantabria
residió largas temporadas, de allí tomó formas
nuevas y aportó un mayor colorido a sus composiciones, aunque
siempre dentro de sus gamas apagadas y contrastadas, para dar un
acabado de carácter trágico.
Con este cuadro
comienza su temática de obras locales y costumbristas, de
clara crítica a la sociedad. Retrata a personajes anónimos,
reflejo de los ambientes marginales, de la realidad del momento,
de la España de aquellos días. Los colores negros
y amarillos crean una composición de carácter pesimista
que inunda los rostros de cada uno de los personajes y recrea un
ambiente trágico.
Aunque no tuvo
discípulos ni tampoco tuvo apenas imitadores, Solana despertó
una gran fascinación, tanto en vida como después,
entre sus colegas, los coleccionistas y los escritores.
