Obra
y biografía de José Álvarez Cubero
José
Álvarez Cubero nació en Priego, Córdoba, en
1768. Era hijo de un cantero y fue su padre quien le enseñó
el oficio, por lo que desde niño estuvo familiarizado con
el trabajo en mármol. Inició su formación en
Córdoba y Granada y posteriormente viajó a Madrid
para ingresar en la Real Academia de Bellas Artes. En 1799 consiguió
una pensión para estudiar en París y en Roma.
En París,
entró en contacto con el ambiente neoclásico surgido
en torno a la figura de David e hizo prácticas de disección
anatómica en el Colegio de Medicina. Durante esta estancia,
realizó estatua de Ganimedes, con la que obtuvo medalla de
oro en 1804.
En
1805 se casó con Isabel de Bouquel y ambos se trasladaron
a Roma. Allí conoció a Cánova, quien influyó
notablemente en Cubero, cuyas obras adquirieron fama rápidamente.
En la capital
italiana le tocó vivir la Guerra de la Independencia. Álvarez
Cubero y otros artistas pensionados por el rey Carlos IV, se negaron
a reconocer el poder napoleónico y a partir de los acontecimientos
del Dos de Mayo de 1808, rechazaron al nuevo rey, José I.
Por este motivo sufrió prisión en el castillo de Sant'Angelo
junto con Ramón Barba, Antonio Solá y José
de Madrazo.
Fue liberado
gracias a la intervención de su amigo Cánova. Pero
estuvo sometido a la presión de los Bonaparte, que le ofrecieron
trabajo y pensiones que siempre rechazó, hasta que para poder
subsistir, se vio obligado a realizar unos relieves para el dormitorio
de Napoleón en el Palacio del Quirinal. La serie, titulada
Los Ensueños de la Antigüedad, eran cuatro medallones
que nunca llegaron a colocarse.
Con anterioridad,
ya había realizado en Roma algunos encargos para los reyes
exiliados, Carlos IV y María Luisa, quienes continuaron protegiéndolo
e incluso recomendaron a su hijo que lo nombrase escultor de cámara.
Entre estos encargos, sobresalen cuatro estatuas para la Casita
del Labrador de Aranjuez, Diana cazadora, Apólino
inspirado por la música, Morfeo adolescente y
Amor con sus atributos. Todas ellas, cándidas y delicadas,
muy próximas al estilo de Cánova.
Su posicionamiento
político con respecto a la ocupación francesa, hizo
que Fernando VII, durante su reinado, le concediera una medalla
que le honraba como prisionero civil y que a partir de 1816 fuera
escultor de cámara del monarca. Sin embargo, Cubero continuó
en Roma.
Cuando finalizó
la contienda, ejecutó su obra más importante, La
Defensa de Zaragoza, que conmemora un episodio de la Guerra
de la Independencia. Posee numerosas referencias formales al mundo
clásico y representa un acontecimiento contemporáneo,
la protección de un hijo a su padre durante la ocupación
y el sitio de Zaragoza. Esta obra supone una pieza clave para el
neoclasicismo español.
A lo largo de
su carrera, Álvarez Cubero, realizó numerosos retratos,
bustos y estatuas sedentes de los principales protagonistas de la
época, en los que se observa la perfecta asimilación
del estilo de Cánova. Ejemplo de ello son los retratos
de María Luisa de Parma, María Isabel de Braganza,
la marquesa de Ariza, el compositor Rossini, Fernando
VII, Carlos IV, Ceán Bermúdez y
Esteban de Agreda.
Gracias a La
Defensa de Zaragoza, que constituye el punto culminante de su producción,
el escultor recibió numerosas felicitaciones y elogios. Consiguió
ser académico de la Academia de San Lucas e ingresó
en la Academia de San Fernando, de la que fue director a partir
de 1826. Ese mismo año regresará a Madrid, donde muere
al año siguiente, en noviembre de 1827.
José
Álvarez Cubero es una de las principales figuras del neoclasicismo,
siendo considerado como el mejor escultor del periodo neoclásico
español. Su obra ejerció una importante influencia
en escultores de generaciones posteriores, entre ellos su hijo José
Álvarez Bouquel y Ponciano Ponzano.