Pinturas
de Altamira
Después
de Altamira todo es decadencia.
Picasso
Introducción
Cuando pensamos
en la Prehistoria no podemos evitar que se nos vengan a la mente
imágenes de animales pintados en las paredes de una caverna,
de hecho, la mayor parte de las veces son las representaciones de
las mundialmente famosas Cuevas de Altamira las que encarnan ese
arquetipo. Y la razón es muy lógica, de los escasos
restos que nos han llegado de aquella remota época, los de
las cuevas cántabras son uno de los ejemplos más bellos
e ilustrativos de lo que debió ser la manera de vivir y pensar
de nuestros antepasados. No en vano se les ha concedido el apelativo
de "Capilla Sixtina del Arte Cuaternario".
Descubrimiento
de las pinturas de la Cueva de Altamira
Altamira
se encuentra en el municipio de Santillana del Mar, a unos 30 kilómetros
al oeste de Santander, y su descubrimiento fue realizado por casualidad
en 1868 por Modesto Cubillas mientras cazaba con su perro. Este
aparcero le comunicó el hallazgo a Don Marcelino Sanz de
Sautuola, para quien trabajaba, quien poco después publicaría
un artículo titulado Breves apuntes sobre algunos objetos
prehistóricos de la provincia de Santander donde defendía
que se trataba de escenas prehistóricas.
La polémica
que originó este estudio llegó al límite de
ser acusado por otros investigadores de haber falsificado las pinturas.
Les parecía poco probable que los colores se hubieran conservado
con tanta nitidez, por no mencionar que se consideraba imposible
que el hombre primitivo fuera capaz de llevar a cabo un trabajo
tan excepcional.
De manera que
Santuola y los colegas que apoyaron su tesis fueron objeto de un
despiadado ataque por parte de científicos franceses y españoles.
Pero con el paso de el tiempo otras cuevas similares fueron descubiertas
en el sur de Francia, cuevas cuyas pinturas empezarían a
poner en tela de juicio el supuesto fraude de Santuola. Las pinturas
de Altamira no serían finalmente aceptadas como antiguas
hasta principios de la centuria siguiente (en gran medida gracias
al Abate Breuil) y el reconocimiento sólo le llegaría
a Marcelino después de su muerte.
Características
de las pinturas de la Cueva de Altamira
Gracias a modernos
métodos como el del carbono 14, los investigadores han datado
la antigüedad de las imágenes de Altamira en unos 12.000
ó 15.000 años, situándolas por tanto en el
periodo conocido como Magdaleniense. Por aquel entonces, artistas
anónimos debieron decorar el interior de la gruta por motivos
que aún hoy son un misterio. Más tarde un desprendimiento
de rocas sepultó la entrada de la cueva, que quedó
aislada y olvidada durante miles de años.
La cueva de
Altamira mide unos 270 metros de longitud y se encuentra dividida
en tres zonas, un vestíbulo cerca de la salida, una gran
sala decorada (de 18 metros de largo) donde se han encontrado las
pinturas más espectaculares, y otras pequeñas ramificaciones.
Las imágenes
se encuentran grababas o dibujadas en las paredes y techo con pigmentos
minerales ocres, marrones, amarillentos o negros, mezclados con
aglutinantes como la grasa animal. Se aplicaron con los dedos, con
algún utensilio a modo de pincel y en ocasiones soplando
la pintura a modo de aerógrafo. También se usó
el carbón vegetal para perfilar los bordes. Lo primero que
llama la atención es el asombroso realismo de las imágenes,
las más bellas realizadas en la cúpula de la galería
central. El bisonte es el animal que más veces aparece representado,
aunque también hay caballos, ciervos, jabalís, mamuts,
renos (animales propios de climas muy fríos que en la actualidad
están extinguidos en Europa) figuras antropomorfas y diversos
símbolos. Aparecen representados de manera independiente,
no formando escenas y ocasiones se han aprovechado los abultamientos
de la roca para conferir volumen a las formas. Tal es el caso del
bisonte encogido, una de las imágenes más conocidas,
que fue concebido en esa postura para coincidir con un resalte rocoso
y que destaca por su enorme verosimilitud.
Los elementos
representados pertenecen a diversas épocas. Se cree que las
pinturas más antiguas son las rojas, sobre las que se añadieron
otras negras. Más tarde se pintarían las polícromas
rodeadas nuevamente de imágenes negras.
Pero quizá
lo más sorprendente de las pinturas sea su expresividad,
conseguida no tanto por una imitación exacta del modelo como
por una extraordinaria habilidad para utilizar las manchas de color
y las líneas, consiguiendo dotar a las figuras de una fuerza
y un naturalismo que aún hoy nos resultan difíciles
de mejorar. Los artistas (porque no se puede calificar de otro modo
a los artífices de semejante maravilla) que las llevaron
a cabo supieron hacer uso de los juegos de sombras y de la perspectiva,
como se puede comprobar en la imagen de la cierva, modelada con
un magistral cromatismo. Otra de las representaciones más
emblemáticas es la del caballo, como el resto de los animales,
dibujado con un gran detallismo anatómico.
También
se han encontrado signos de diferentes formas geométricas
(rectángulos, conos, escaleras, etc.), muy abundantes en
las galerías centrales y en la parte de la cueva conocida
como "Cola de Caballo", donde también hay animales
pintados o grabados en color negro.
Sobre el significado
de estas escenas o las posibles intenciones de los hombres que las
concibieron existen muchas interpretaciones. Pudiera haberse tratado
de un santuario religioso, o de la representación de una
batalla simbólica entre dos clanes, encarnados por la cierva
y el bisonte. Acaso sean los ritos de fertilidad lo que se plasmó
en las paredes y techo de la cueva, o ceremonias para propiciar
la caza (se pintarían los animales que más tarde serían
cazados). Incluso se ha manejado la hipótesis del "arte
por el arte", que abogaría por una utilidad meramente
estética.
Pero sea cual
fuere el propósito de nuestros antepasados al decorar así
el interior de las Cuevas de Altamira, lo que es seguro es que no
contaban con suscitar una admiración semejante a la que nosotros
sentimos hoy día al contemplar la vida palpitante de esas
figuras magníficas.
En la actualidad
el acceso a las cuevas de Altamira ha sido drásticamente
limitado para evitar que el microclima generado por la presencia
de los visitantes en el interior afecte a la conservación
de las pinturas. Para poder hacerse una idea del original se puede
visitar la llamada Neocueva, réplica exacta que se ha construida
en el exterior. Otra reproducción puede disfrutarse en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid.